miércoles, 16 de marzo de 2011

PSICOLOGÍA DEL AMOR

Este libro llego a mis manos una ves, en la Feria del Libro simplemente me gusto mucho y por esas razones de a vida lo perdí, ahora vuelve a mis manos y lo comparto con ustedes.


Primer Capítulo de Psicología del amor
Por Leopoldo Chiapo

Es preciso intentar una psicología fundamental del amor. Es que se trata del acontecimiento más profundo, más intenso y más elevado de la vida. El amor
no puede, no debe ser trivializado. Y creo que un buen camino para iniciar la tarea de una psicología fundamental del amor es descubrir la sustancia
recóndita, escondida en esas palabras que la definen.

La psicología es, en el fondo, poner en la luz de la palabra, el alma (psyche: alma, logos: palabra). Es la palabra del alma. Es decir, la revelación del alma a través de la palabra. Y amor es originalmente el dios «Amor». Se trata de algo divino, una suerte de irradiación luminosa y caliente sobre la vida humana. El amor es algo noble. Es que el amor adviene sobreponiéndose al acontecer vulgar, es decir, el acontecer hecho de ambición, inseguridad, miedo, dominio, posesividad, desconfianza, celos, poder, mentira, falsedad, engaño, agresión, intolerancia, desencuentro, animadversión, ojeriza, envidia, rencor, ira, codicia, desgano, pesar, pesadez, tedio y, también, falsificación de la vida con artificiales Ersatz, sustitutos, pseudo consolaciones, como son las diversiones frívolas, la manía de comprar y comprar cosas, distraerse en tonterías, lo que se llama matar el tiempo. El amor pone en la vida luz y fuego, autenticidad, el amor pone armonía, alta paciencia, confianza, valor, entrega, desinterés, vuelo, ligereza jubilosa, vivencia genuina, verdad. El amor pone entusiasmo, esto es, divinización.

Y esto es así porque pensamos en una psicología fundamental del amor, es decir, el amor como fundamento de la vida y por el cual el alma, psyche, se ve iluminada por la palabra que esclarece el amor, el divino amor. Entonces debemos sobrepasar el hecho de que el amor es, también, una experiencia afectiva, de ardientes raíces biológicas y de azul respiración espiritual, para entender el amor no sólo como un hecho sino como una dimensión existencial de la vida humana, una manera maravillosa de vivir, amorosa. Entonces el amor no se opone en primer término al odio; el amor, luz y fuego de la vida humana, fecundidad exuberante, se opone al desamor, pálido, ceniciento, marchito. Es el desamor la desvaída manera de vivir. Es el desamor la falta de entusiasmo, la indiferencia, la apatía.

Consideramos que el amor y el desamor, más en lo hondo que en sus manifestaciones y que en sus vinculaciones con la vida afectiva y biológica, más en lo hondo de las variadas maneras que se da en las diversas personas y en las contrastadas y complejas circunstancias de la vida, consisten en ser dimensiones fundamentales en las que se da la existencia humana y de manera radical la experiencia de vivir. Éste es precisamente el intento de una psicología fundamental: describir el amor y el desamor como polaridades entre las cuales se mueven los seres humanos en el modo de sentir, pensar y actuar en la vida. En este sentido, el amor consiste en una manera de vivir amorosa, es decir, abierta a los demás, generosa, abnegada, servicíal. Así el amor es sobre todo ternura, consideración delícada a los demás. Lo opuesto es la desconsideración con el prójimo, la falta de atención. Es que el amor es apertura, el desamor, cerrazón. Por eso, en el amor la vida es más intensa, más amplia, más abundante.

Esta experiencia es muy rica y variada y en ella los ingredientes afectivos, instintivos, eróticos, sensitivos, perceptivos, volitivos e intelectuales del amor y del desamor se dan de manera diversa en el modo, el grado y el nivel de participación. Hay el modo inmediatista de la pulsión sexual que exige, urge y se satisface en actos primarios, directos y elementales, dirigidos a su objeto propio, sea la otra persona tratada como objeto erótico, sustítuible, sea consigo mismo, en la masturbación. Hay la espiritualización del impulso, forma extraordinariamente elaborada y diferenciada, que se dirige a la otra persona íntegralmente, espíritualización del impulso por el cual éste alcanza su objeto propio, la persona amada, su cuerpo, y a través del refinamiento y de la elevación de la comunicación interpersonal y de los medíos mediadores de la cultura del trato, de la cortesía y de la gracia, el encanto de las maneras y el brillo de la inteligencia como fiesta añadida a las dulzuras de la voluptuosidad, mutuamente correspondida.

La espiritualízación del instinto es una forma elaborada de satisfacerlo; no es, por ser espirítualización, ni de lejos, ninguna forma de sustitución o Ersatz, de desplazamientos sofisticados a objetos simbólicos; todo lo contrario, la espiritualización del impulso erótico conlleva formas más exquisitas y distinguidas, modos más diferenciados y selectos de realizarlo. Nada tiene que ver la espiritualización del eros con la llamada sublimación freudiana, suerte de sustitución de tipo represivo, y que prefiero llamar, con un término que utilizó tempranamente Honorio Delgado en 1915 en un artículo de El Comercío de Lima sobre el psicoanálisis, «sublimificación», y que yo lo entiendo como el pretender hacer sublime lo que no es sublime. En la espiritualización del eros no hay «sublimificación», sino auténtica sublimación en la forma y modos de realizarlo y satisfacerlo, distantes de un erotismo primitivo, rústico, bestial. Es decir, el eros en el amor se eleva a lo sublime. Y esto es genuino. No es el caso de la “sublimificación” freudiana, en que lo espiritual sirve de máscara, cuando ocurre. Y en esto sería calumnioso aplicar a la auténtica sublimación la metodología del desenmascaramiento, pues la sublimación no la requiere en tanto se trata del verdadero rostro del amor. En este caso el espíritu no es la máscara del la libido, sino la forma exquisita de la realización de la pasión en su objeto propio.

Hay, en fin, entre ambas polaridades, del amor y del desamor, diversas gamas y formas de erotismo vivo. Pero en tanto dimensiones existenciales, el desamor va hacia la cerrazón, la enclavación, la programación y a la frustración, hacia la insignificancia o sin sentido de la vida, mientras que el amor lleva a la apertura, a la libertad, a la creación y a la realización o plenitud de sentido de la vida. Una psicología fundamental del amor tiene, pues, que tratarlo como dimensión existencial, modo básico de vivir la vida. Y verlo en función de su opuesto polar, el desamor.

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